Cristóbal Pérez y otros: "Imágenes del paso de la Sagrada Mortaja" (a partir de 1670). Sevilla.
Gregorio Fernández: "Cristo atado a la columna" (1619). Valladolid.
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Imagen. Esta es la palabra que debemos emplear para referirnos, en una abrumadora mayoría de casos, a las esculturas barrocas españolas. Imágenes porque se trata de obras de tema religioso, dentro del espíritu de la Contrarreforma. Porque con ellas se pretende que la fe del creyente tenga un apoyo visual. Imágenes a las que se les reza o se les canta, se las viste y se las adereza, a las que se piden favores o que se contemplan con arrobo cuando salen en procesión. Imágenes protectoras de la salud, del trabajo o del oficio, del pueblo o de la ciudad, del niño o del anciano. Solas y aisladas o componiendo grupos en enormes retablos. Titulares de hermandades y cofradías, de parroquias, de conventos, de gremios. Imágenes que, en ocasiones, están articuladas, que lucen cabello natural, que disponen de camareras a su servicio, que se colocan en retablillos en las calles, en las encrucijadas de los caminos o que salen de sus templos a pedir que llueva, o que no nieve más, que haya buenas cosechas o se gane una guerra. El país de las imágenes, en definitiva..
Juan de Mesa: "Jesús del Gran Poder" (1620). // Anónimo: "Virgen Macarena" (Hacia 1680).

Para tanta imagen, un artista especial; el imaginero; el escultor que hace imágenes. Y que, normalmente las hace en madera, porque es más barato que la piedra. pero también porque la madera se estofa y se policroma, dándole mayor verosimilitud, se viste o se desviste llegado el caso, y porque la obra, que no pesa demasiado, puede sacarse encima de un paso en procesión, cuando convenga. En todas estas esculturas, el autor tiene un mismo interés: despertar sentimientos en el espectador. Qué éste pueda descubrir, a través de ellas, las verdades de la fe, los misterios de la pasión, el tremendo e inhumano dolor sobre el que se asienta todo el aparato conceptual de la iglesia católica.
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Así pues, los imagineros procuraron dar a sus obras un tono realista, muchas veces exagerado, en ocasiones de un verdadero patetismo según conviniese. Claro está que con tanto artista hubo variaciones regionales e incluso locales, escuelas diversas y sensibilidades distintas. pero siempre, en el fondo subyace la misma idea: convencer al común de que el perdón de los pecados se obtiene mejor si se reza ante las imágenes, si se confía en ellas como abogadas, ante el mismo Dios, de las penas y los problemas de los mortales.
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