jueves, 25 de noviembre de 2010

LA ESCULTURA BARROCA ESPAÑOLA

Cristóbal Pérez y otros: "Imágenes del paso de la Sagrada Mortaja" (a partir de 1670). Sevilla.

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Si toda España se llenó de edificios barrocos, el panorama en lo que respecta a la escultura del siglo XVII es aún más ilimitado: no decenas de miles, sino tal vez cientos de miles de obras escultóricas (probablemente más, nunca tendremos cerrado un catálogo tan amplio) poblaron literalmente las iglesias españolas y no sólo los templos: era frecuente entonces que toda familia con una mínima disponibilidad económica tuviese en su casa alguna imagen a la que prestar devoción.

Gregorio Fernández: "Cristo atado a la columna" (1619). Valladolid.
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Imagen. Esta es la palabra que debemos emplear para referirnos, en una abrumadora mayoría de casos, a las esculturas barrocas españolas. Imágenes porque se trata de obras de tema religioso, dentro del espíritu de la Contrarreforma. Porque con ellas se pretende que la fe del creyente tenga un apoyo visual. Imágenes a las que se les reza o se les canta, se las viste y se las adereza, a las que se piden favores o que se contemplan con arrobo cuando salen en procesión. Imágenes protectoras de la salud, del trabajo o del oficio, del pueblo o de la ciudad, del niño o del anciano. Solas y aisladas o componiendo grupos en enormes retablos. Titulares de hermandades y cofradías, de parroquias, de conventos, de gremios. Imágenes que, en ocasiones, están articuladas, que lucen cabello natural, que disponen de camareras a su servicio, que se colocan en retablillos en las calles, en las encrucijadas de los caminos o que salen de sus templos a pedir que llueva, o que no nieve más, que haya buenas cosechas o se gane una guerra. El país de las imágenes, en definitiva.

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Juan de Mesa: "Jesús del Gran Poder" (1620). // Anónimo: "Virgen Macarena" (Hacia 1680).

Para tanta imagen, un artista especial; el imaginero; el escultor que hace imágenes. Y que, normalmente las hace en madera, porque es más barato que la piedra. pero también porque la madera se estofa y se policroma, dándole mayor verosimilitud, se viste o se desviste llegado el caso, y porque la obra, que no pesa demasiado, puede sacarse encima de un paso en procesión, cuando convenga. En todas estas esculturas, el autor tiene un mismo interés: despertar sentimientos en el espectador. Qué éste pueda descubrir, a través de ellas, las verdades de la fe, los misterios de la pasión, el tremendo e inhumano dolor sobre el que se asienta todo el aparato conceptual de la iglesia católica.

Francisco Ruiz Gijón: "Cristo de la Expiración" (1684). // Francisco de Ocampo: "Cristo del Calvario" (1612). Sevilla.
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Así pues, los imagineros procuraron dar a sus obras un tono realista, muchas veces exagerado, en ocasiones de un verdadero patetismo según conviniese. Claro está que con tanto artista hubo variaciones regionales e incluso locales, escuelas diversas y sensibilidades distintas. pero siempre, en el fondo subyace la misma idea: convencer al común de que el perdón de los pecados se obtiene mejor si se reza ante las imágenes, si se confía en ellas como abogadas, ante el mismo Dios, de las penas y los problemas de los mortales.
Para este tema, conviene ahora repasar el documento en PDF que ya citamos en un artículo anterior. Lo mismo puede hacerse con el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Es muy recomendabel, igualmente, asomarse a la web del Museo Salzillo de Murcia, ciudad que conmemora en 2007, con un amplia exposición, el tercer centenario del nacimiento del escultor, sobre lo cual podéis descargaros una interesante guía didáctica. Para los imagineros sevillanos, podéis visitar la web del grupo "arte sacro", muy amplia, aunque lo mejor será ver las imágenes en la calle, encima de los pasos.

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